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Sábado, 26 de diciembre de 2020

La mañana muy fría el sueño inquieto y despierto con la sensación de que el mundo se va vaciando. A las once voy a ver a mi gato amarillo y lo encuentro tal vez un poco mejor la veterinaria es muy joven y emplea una jerga técnica para disimular su inexperiencia. Mañana lo sacaré de aquí y lo llevaré a casa. La clínica está en Barcelona y detesto ir a Barcelona una ciudad que debería ser bombardeada sobre todo los edificios gubernamentales cada quince o veinte años a lo sumo. El gato amarillo trata de maullar pero emite unos sonidos lastimeros, será por un tubo que le han insertado en el cuello y que va al esófago por ahí lo alimentan. Ronronear sí. Ronronea en cuanto le hablo y lo acaricio. Yo lo veo más repuestico, como decía mi madre generalmente cuando visitaba a un enfermo ya en las últimas. En la vida no hay motivo alguno para ser optimista, pero con mi gato amarillo lo seré.

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© Juan Abreu, 2006-2019