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Martes, 8 de diciembre de 2020
“Ya no es poder sino la contestación la que practica hoy la censura y la que intenta amordazar a los que piensan mal. ¡Asqueroso! ¡Racista! ¡Pedazo de rencoroso! Brama el enemigo vulgar. Académico del supremacismo occidental, procedente de las profundidades abismales de la peor reacción, ha escrito el mandarín Badiou, profesor emérito que garantiza, además, su apoyo amistoso a todas las víctimas, directas o indirectas, de la jactancia del parásito rencoroso de las manifestaciones progresistas. Por muy marginal que sea, esta alianza contra mi nombre por parte de la élite sofisticada y de un populacho desenfrenado me da ganas de tirar la toalla. Yo acepto la polémica, no tengo miedo a la contradicción, pero el resto, es decir, las vejaciones de los portavoces deshumanizados de la humanidad que sufre es algo que no puedo soportar. Con todo, resisto los asaltos del ¿qué sentido tiene…? y al sueño de Escocia: continúo, me obstino, agravo mi caso por una razón muy simple, admirablemente formulada por León Werth en el diario que redactó durante la ocupación alemana. Con fecha de 21 de octubre de 1940, escribe el gran amigo judío de Saint-Exupéry: Me debo a una civilización, a Francia. No tengo otro modo de vestirme. No puedo salir completamente desnudo”.
Resiste Finkielkraut a las hordas de la izquierda culogorda y a la chusma desenfrenada. Gracias, señor Finkielkraut. La civilización occidental debe plantar cara a la barbarie autodestructiva (anticapitalista) de la izquierda culogorda y a la peste de género feminista y en resumen debe enfrentar el asalto de la vulgaridad. El triunfo de la izquierda populista, de la chusma, y de los que propugnan la mansedumbre ante la invasión islamista, es el triunfo de la vulgaridad y el oscurantismo. Gracias a la cobarde educación europea y a la demografía, quizás ganen, no digo que no. Pero. Es nuestro deber combatirlos por todos los medios, hasta el final.