4275

Jueves, 16 de abril de 2020

Cuando llegué a España hace 23 años oía mucho que la Sanidad Pública española era la mejor del mundo. No lo es. El virus chino y la plaga china lo han evidenciado. Es como la de cualquier otro país civilizado, o peor. No hablo de los profesionales, que han demostrado ser buenos, como los de cualquier otro país civilizado (atenido a la Civilización Occidental, quiero decir). También oía mucho de las excelencias de la Transición española y me pareció verdad, por un tiempo. Después comprendí que los arquitectos de la famosa Transición lo que hicieron fue diseñar un campo de minas en el que floreció y medró a sus anchas el bipartidismo corrupto y el tribalismo. Lo que más me sorprende de la sociedad española es que tras cuarenta años de democracia, bienestar y libertad ha conseguido llegar a ser como la Cuba de los años cincuenta, una sociedad próspera, hedonista, irresponsable, propensa al alboroto social y ansiosa de emociones fuertes siempre que sean autodestructivas y estúpidas. Otro mito español desvanecido ha sido el de la Educación. ¡Allá va! Resultó ser una educación politizada y marcada por una cultura abducida por el comunismo y su versión light, el izquierdismo. La generación de escritores hechos en la democracia española y que ahora ronda los sesenta años, es una generación ideológicamente abyecta. Y eso es lo que han trasmitido sus obras y su cháchara a los más jóvenes y a la Educación y a la Cultura de los españoles.

Como consecuencia de la complacencia suicida con los tribales y una cultura ideológicamente perversa, tenemos hoy una España de lidercillos universitarios (¡qué ya gobierna!) dueños de una demagogia groseramente tercermundista y legiones de estudiantes (la generación mejor preparada, dicen) que no han leído nada ni quieren hacerlo y un ejército de jovenzuelos (es un decir, así llegan a los cuarenta) porrito, botellón, y vacaciones pagadas, acostumbrado a la indolencia intelectual, arrasado por el aquí me lo den todo y el todo me lo merezco tío. Si añadimos a eso una enorme e ignorada drogadicción (que es muy cool y divertida según el cine español) tenemos el cóctel perfecto para el advenimiento de la Revolución que se anuncia.

La única verdad respecto a España me la dijo mi hermano, que vivió algunos años en Madrid, cuando me disponía a venir: España no existe. España no es un país, es un grupo de tribus futboleras y monacales capitaneadas por las tribus catalana y vasca, dos tribus racistas y antiespañolas hasta el asesinato, cuya aspiración es y siempre ha sido (desde el primer minuto de la Transición) destruir España. O lo que queda de ella.

No quiero ponerme pesimista, pero un país levantado sobre el culogordismo intelectual, la estafa izquierdista y las mentiras (la Sanidad Pública Mejor del Mundo, la Generación Mejor Preparada, la Diversidad Tribal es un Tesoro, la Transición Modélica, los Dialectos Regionales son lo Mismo que el Idioma Español, etcétera) no puede sobrevivir. Y posiblemente, no sobrevivirá.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019