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Jueves, 9 de abril de 2020
Cuarenta años. Yo era un muchacho aquel luminoso abril y estaba a punto de lanzarme al mar y dejar atrás para siempre la isla aciaga y pavorosa. Aún no había leído a Bernhard pero ya sabía que ver más significa huir más lejos. En estos cuarenta años felizmente alejado de la isla ominosa he escrito mucho y pintado algo también y todo lo que he hecho ha estado y está signado por la fuga la libertad y venganza. Vivimos una época hipócrita y de pensamiento vacuno y la venganza y la libertad (no se dejen engañar) están muy desacreditadas. Pero. Yo soy discípulo del Homero de la Matanza de los pretendientes y del Arenas del Encadenamiento del fraile en la Prisión de los Toribios. A ellos regreso una y otra vez en busca de sabiduría. Cuarenta años. Durante esos cuarenta años he sido un marielito orgulloso Mariel es la marca de agua de mi trabajo y es la marca de agua de mi vida. Mariel es el agujero en la cerca de la plantación, Mariel es el túnel bajo el vigilado muro de la cárcel. Mariel es el momento en que el esclavo emerge de la oscuridad donde ha estado encadenado y sale a la luz y sabe que tendrán que matarlo para arrebatarle otra vez los fieros bosques y las triunfales praderas.