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Martes, 10 de marzo de 2020
Veo Sueños al pairo, el documental. Trata del acoso y censura del músico Mike Porcel en la Cuba de los Castro. El documental, muy bien. Muchachos valientes. Pero. Cuando tratan el acto de repudio al que sometieron las turbas castro-trovadoras a la familia Porcel, recurren a una animación. Una imagen de cualquier casa pintarrajeada por la cubana chusma hubiera bastado. Abundan imágenes de la chusma cubana en acción, por otro lado. Cualquier casa pintarrajeada, cualquier ataque de las turbas envilecidas hubiera servido para ilustrar lo que padeció la familia Porcel. Y otra cosa. Es un error entrevistar solamente a guitarreros y otros seres serviles, devastados por su propia sumisión. Podían haber buscado a vecinos de la época de los actos de repudio, a ver qué decían sobre lo que hicieron o no, y por qué. Hubiera ilustrado el envilecimiento del cubano común bajo el castrismo (el de guitarreros y chusma artística semejante ya está muy visto). El único tema importante hoy para el arte y la cultura dentro de la isla es: ¿cómo nos hemos degradado tanto?
El documental se propone reivindicar a Mike Porcel. Dicen. Le leído por ahí. Loable. Tal vez. Pero hay algo enfermizo en esa posición mendigante ante los censores y los asesinos. Porcel es un hombre libre y no necesita ser reivindicado o aceptado o permitido de ninguna manera por los culpables. Que se vayan a la mierda.
Lo que pasó y pasa en Cuba y es Cuba ¡sesenta años después! se resume en esta canción de Carlos Puebla, ídolo nacional.
Yo conocía poco la obra de Mike Porcel. Y al ver el documental pensé: menos mal que al fin consiguió escapar. Vivir en Cuba es una forma de abyección y de esclavitud, como se sabe. Así que pensé, escapó. Es libre. Estupendo. Cuánto me alegro. Eso es todo lo que cuenta. ¿La isla? Mi posición de cubano libre, después de ver el documental, sigue inalterable. Puede resumirse en una frase: métanse la isla por el culo.