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Una lectora me escribe el tipo de mensaje que me hace feliz. A mí la literatura que me interesa en verdad y la que he tratado de hacer, es la que consigue cambiar la vida de alguien. Su vida sexual, se entiende. Los literatos hablan mucho del espíritu y supercherías adyacentes pero el mejoramiento humano que no pasa por la libertad sexual (que es la gran generosidad y la mayor empatía de la que es capaz la especie) no es más que charlatanería.
Recibo mensajes así de vez en cuando y entonces pienso que ha valido la pena. Todo ese esfuerzo con las palabras, no ha sido en vano. Lo que he escrito ha cambiado la vida de alguien. Hay quien me dice que ha descubierto gracias a lo que he escrito su lado sumiso, o dominante, y que se ha atrevido gracias a lo que he escrito a ser lo que es. Hay lectoras que me dicen que, leyéndome, han encontrado el valor para hacer lo que siempre han deseado secretamente y nunca se han atrevido a hacer, acostarse con una mujer, con dos hombres, con una pareja de amigos, a declararse lesbianas, bisexuales. Que se han atrevido a sentirse y a ser la más puta del planeta y la más dueña de su cuerpo y claro simultáneamente la más noble y limpia decente y buena del planeta, es decir han podido mandar la moral y la culpa con que las han envenenado durante milenios a la mierda y se han atrevido a ser por primera vez libres.
Libres al fin.
