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Martes, 8 de mayo de 2018
Miami ha sido invadida completamente por el castrismo como sabemos y es ya una especie de sucursal de la finca de los Castro, léase Cuba. Su principal función es la de factoría de los Castro (Díaz de Villegas, dixit). Miles de millones de dólares envían las víctimas de los Castro a los Castro. Miles de millones para mantener a la misma dictadura que los encarceló, fusilo a sus padres o hermanos y a fin de cuentas los envileció y esclavizó. Debe ser uno de los mayores casos de abyección y de bajeza moral de la historia de los exilios. La segunda función de Miami ya bajo control de los esbirros cubanos, es que sirva de caja de resonancia a la dictadura.
Donde más se nota la invasión castrista es en el llamado “terreno cultural”. Y en los medios de difusión. Yo, hace mucho tiempo, llegué a la conclusión de que cualquier cubano que me hable de Paz y Amor y Reconciliación y de Somos un sólo Pueblo, es el enemigo. Y lo más probable es que sea un agente de influencia castrista. Estos agentes arman incesantemente algún rifirrafe “cultural” cuyo único propósito es reforzar su área de influencia y demonizar a los exiliados anticastristas. El último de estos rifirrafes es teatral. Tiene que ver con dinero para hacer teatro, que le ha otorgado el Centro Cultural Español de Miami, cómo no, a dos esbirros castristas que viven en Cuba. Un Carlos Díaz y un Norge Espinosa. ¿Qué hace el Centro Cultural Español regalando dinero a esbirros de la cultura de la isla, cuando su trabajo debe estar orientado a la cultura local, es decir a Miami. Esa es una buena pregunta.
A ver, por si no ha quedado claro. Todo artista, escritor, dramaturgo, poeta o lo que sea que viva en Cuba y sea parte del aparato cultural de la dictadura es un esbirro de la dictadura y un propagandista de la dictadura.
Todo lo demás es cháchara oportunista o cháchara policiaca.