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Martes, 24 de abril de 2018
Anoche, en la ya mítica fiesta que ofrece El Mundo en las trastiendas laberínticas del Dry Martini, con motivo de Sant Jordi, tuvo lugar el encuentro. Yo estaba allí y lo presencié y es mi deber, pensando en la posteridad, ofrecer testimonio. Bebíamos un vinillo blanco y reíamos apretados entre el gentío y yo acababa de decirle algo a una tetona espléndida junto a la barra, cuando Espada de súbito, y mesándose el cabello de forma feroz, lo que me hizo temer lo mejor, exclamó: Vamos a hablar con la alcaldesa. Y fuimos. Nos abrimos paso entre el gentío. La alcaldesa se hallaba rodeada de asistentes (tres o cuatro mujeres y un varón grande, romo e hirsuto). Llegados, Espada se presentó respetuoso y acto seguido procedió a interpelar a su manera doctoral y arrogante a la alcaldesa. Las calles y los monumentos dedicados a los fachas, era el tema. Yo seguía la conversación entre el barullo del mundillo intelectual (¡hasta Aramburu estaba por allí, y es más bajito de lo que imaginaba!), y a retazos iba enterándome del repaso histórico que Espada le daba a la alcaldesa. ¡Pero Cambó financió la Guerra Civil! Y la ignorancia abisal de la alcaldesa en ese punto afloró a su rostro cual alcantarilla desbordada. Santocielo qué momento. Las asistentes retrocedían aterradas. El hirsuto a sueldo trató de intervenir, ¡infeliz!, pero Espada lo mandó a estudiar Historia. Así mismo. Ud., a estudiar Historia. Soberbio, soberbio. La alcaldesa no atinaba a decir nada. ¡Qué iba a decir! ¡Había tropezado con la Historia! Y la Historia es implacable. Ponía cara de estar en Babia, y sin duda lo estaba. Y la Historia (la lección de Historia), implacable, seguía su curso. ¡Cambó! ¡Cambó! Clamaba la Historia. ¡Financiador de la Guerra Civil! ¡Y tiene monumento! Qué. Atrévase con Cambó, señora alcaldesa. Proponía Espada. (Y yo pensaba sí sí abajo Cambó el financiador del golpe franquista, el facha, ¡y ya de paso abajo Juan March también!). Y la alcaldesa repetía me informaré me informaré… ¡Me informaré! Pobre mujer. Y soltaba la alcaldesa unas risitas chirriantes semejantes a un cacareo y percibí claramente cómo se envaraba en ese momento glorioso ¡Atrévase con Cambó! toda su rechoncha humanidad.
Y ya proseguir hubiera sido abusivo, incluso para gente como nosotros. Así que nos retiramos altivamente y nos fuimos a comer y beber a El antiguo José Luis y nuestro primer Espada lo juro lo juro refulgía en la penumbra barcelonesa y no dejaba de repetir: ¡Pero qué bien me he quedado!